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Somos puentes de Luz que unen la Tierra con el Cielo

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martes, 8 de febrero de 2011

ELISABETH KÜBLER-ROSS ~ LA MUERTE NO ES EL FIN



ELISABETH KÜBLER-ROSS 

 HABLEMOS SOBRE LA MUERTE





ENTREVISTA PARTE 1



ENTREVISTA PARTE 2



LA MUERTE, LA NUEVA VIDA



LA MUERTE UN AMANECER (*)



LA MUERTE, UN AMANECER (*)




(*) Estos dos vídeos son muy parecidos, el segúndo quizá más completo que el primero en cuanto a texto, pero he decidido dejarlos los dos porque me gusta mucho la música y las imágenes del primero. Si tenéis un ratito, os aconsejo verlos los dos!!!


BIBLIOGRAFÍA

Elisabeth Kübler-Ross nació en Zurich Suiza en 1926 y murió en Scottsdale, Arizona en 2004. Emprendió los estudios de medicina con la esperanza de poder ir a la India, como misionera laica, tal y como había hecho Albert Schweitzer yendo a África. Pero el destino la llevó a Nueva York, dónde empezó a trabajar con enfermos mentales, a pesar de tener pocos conocimientos teóricos de la rama de psiquiatría. A base de escucharlos y de estar con ellos, al cabo de 4 años la mayoría había vuelto ya a emprender una vida autónoma, aceptando sus responsabilidades y sin depender de otros para ello.

Más adelante emprendió su labor como acompañante de enfermos terminales, tanto personas mayores como niños pequeños. Siguiendo el mismo proceso, de escuchar y estar abierta a todo lo que estas personas querían comunicarle, empezó a elaborar un esquema de las fases por las que pasa una persona que se enfrenta a la muerte, o a la pérdida de un ser querido. Dolor, rechazo a la situación, enfado, negociación, aceptación, reconciliación con el proceso...Estos trabajos le valieron el reconocimiento internacional en el incipiente campo de estudio de la tanatología: el proceso de morir.

Al entrar en contacto con miembros de la recientemente inaugurada psicología transpersonal, Elisabeth Kübler-Ross pudo vivir una serie de experiencias extracorporales y transcendentes que le validaron y confirmaron que lo que le habían dicho muchos de sus pacientes, acerca de seres y visiones que acontecían justo antes del momento de la muerte, eran algo verídico y que cabía tener en consideración, como uno de las etapas de mayor importancia en este proceso.

A partir de allí sus conferencias se abrieron al objetivo de exponer que, además de la inexcusable importancia del acompañar al enfermo terminal, la posibilidad de la supervivencia de la consciencia después de la muerte era un ámbito de estudio que requería la atención de todos (sobre todo de los anonadados miembros de esta sociedad mecanicista occidental en la que vivimos). El deceso no sólo era un hecho que requería aceptación, sino que además era un proceso que había de ser afrontado sin miedo.

Elisabeth ayudó a muchos familiares a manejar su pérdida, a saber cómo enfrentarse a la muerte de un ser querido, les explicó cómo apoyar al moribundo, lo que debía hacerse en esos difíciles momentos y lo que debía evitarse. Bajo su tutela se crearon fundaciones y movimientos ciudadanos que reclamaban el derecho a una muerte digna. Y comenzaron a publicarse libros, gracias a los cuales miles de familias recibieron consuelo.

Después de años de un relativo rechazo por parte de la comunidad científica (quizás por ser una 'vocera' del movimiento 'espiritual'), el reconocimiento llegó en forma de numerosas entregas de títulos honoris causa, concedidos por diversas universidades de todo el mundo. La psiquiatra de 78 años estaba convencida de que "del otro lado" encontraría otra vez a todas las personas a las que había querido, y quizá por ello dedicó varios libros a profundizar sobre la muerte.

Su obra más importante, On Death and Dying (Sobre la Muerte y Morir), de 1969, la consagró como científica y contribuyó a que los enfermos terminales no fueran marginados a habitaciones secundarias o pasillos hasta el final de sus días.

Escribió 22 libros que se tradujeron a más de 25 idiomas y vendieron millones de ejemplares. Con el paso de los años, Kübler-Ross (despreciada por la mayoría de sus colegas y venerada por sus admiradores) defendió la tesis de que la muerte no existe en On Life After Death (Sobre la muerte y la vida después, 1984), una de sus últimas obras.

En una de sus últimas entrevistas en 1998, lamentaba un sólo aspecto de su vida: "En Suiza fui criada según el lema: trabajar, trabajar, trabajar. Eres una persona valiosa si trabajas. Eso es completamente falso. Hay que trabajar la mitad de tiempo, y bailar la otra mitad. Esa es la mezcla correcta. Yo bailé y jugué demasiado poco".

Las experiencias científicas de la doctora Kübler-Ross permiten confirmar que la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida.

Nos hace comprender que la experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento, puesto que se trata del inicio de otra existencia, el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo y oyendo, comprendiendo y riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar el crecimiento espiritual.

Gracias a ella sabemos que la luz brilla al final y que, a medida que nos aproximamos a esa luz blanca, de una claridad absoluta, nos sentimos llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que podamos imaginar.

Acababa de finalizar su nuevo libro, “Lecciones de la Vida” en el que, junto a otro experto en muerte y moribundos, escribe ésta vez acerca de los misterios de la vida y los vivos. Ella dice “Quise, finalmente, escribir acerca de la vida y el vivir.”

He considerado importante hablar también un poco sobre las cinco etapas del duelo que estimó Elisabeth Kübler-Ross:

1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa provisoria y pronto será sustituida por una aceptación parcial: "no podemos mirar al sol todo el tiempo.
 
2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los por qué. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esta ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente.
 
3) Pacto: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, mas el enojo con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.

4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerirle mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades, que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Si se le permite expresar su dolor, le será más fácil la aceptación final y estará agradecido de que se lo acepte sin decirle constantemente que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de los que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos y disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean.

5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo.

Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.

Algunos de sus libros:

- Sobre la muerte y Morir, 1969

- Preguntas y respuestas sobre la Muerte y Morir, 1972

- Muerte: la etapa final de crecimiento, 1974

- Preguntas y respuestas sobre la muerte y Morir: A Memoir de las Condiciones de Vida y Muerte, 1976.

- Para vivir hasta que decimos adiós, 1978

- La Carta de pastoso-A Carta a Morir un Niño, 1979

- Quest, Biografía de EKR (escrito con Derek Gill), 1980

- Trabajo a través de, 1981

- Vivir con la muerte y Morir, 1981

- Recuerde el secreto, 1981

- De la Niñez y la muerte, 1985

- SIDA: The Ultimate Challenge, 1988

- En la vida después de la muerte, 1991

- La muerte es de vital importancia, 1995

- Desplegando las Alas del Amor, 1996

- Hacer de la mayoría de los Inbetween, 1996

- Sida y amor, la Conferencia de Barcelona, 1996

- Anhelo regresar a sus hogares, 1997

- Trabajo a través de: Una Elisabeth Kübler-Ross Taller sobre la vida, la muerte y la transición, 1997.

- La Rueda de la Vida, 1997

- ¿Por qué estamos aquí?, 1999

- El túnel y la luz, 1999

- Lecciones de la vida: dos expertos en muerte y morir nos enseñan acerca de los Misterios de la Vida y la Vida, con David Kessler, Scribner, 2001.

- El dolor y duelo: Encontrar el significado de penalizaciones a través de las cinco etapas de la pérdida, con David Kessler.  2005.

 
©Paqui Sánchez ~ Namasté


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